domingo, 28 de enero de 2018

Buenas noches. Frases



Leo siempre El País al día siguiente de su publicación. De las novedades políticas de la jornada me entero por internet a través de diversas fuentes. Las noticias de cultura, las de deportes y las viñetas, que es lo que busco en El País, pueden esperar un día sin perder nada del interés de su contenido.

Hoy tocaba leer Babelia. La portada no me invitaba a entrar. Hablaba de Stalingrado y de la segunda Guerra Mundial. No me gusta la guerra ni como contexto de una obra literaria. Pasé de largo el tema y llegué a la página 5, en donde se hablaba de un prometedor libro que Manuel Vilas ha publicado en Alfaguara con el nombre de Ordesa. Narra en él la relación con sus padres, su separación matrimonial y la relación con sus hijos. Y también lo que él llama “la caída de España en las miasmas españolas”. Hacia el final del artículo hay una frase del propio Vilas que me ha hecho pensar. Se refiere a los hombres comunes y dice: «Somos vulgares, y quien no reconozca su vulgaridad es aún más vulgar». Gran verdad.

En la página 9 hay una entrevista con el crítico italiano Pietro Citati. Su título: “Umberto Eco no era un buen escritor”. Luego lo explica diciendo que «era un ensayista inteligente, pero como escritor, no... El nombre de la rosa era un libro malo, nunca conseguí terminarlo. No pude pasar de la página 70». Añade también que los premios literarios le parecen una estupidez y que no conoce ningún escritor joven que sea interesante.

Por fin, en la página 15, Antonio Muñoz Molina escribe un lúcido artículo que titula con una frase de Epicuro que repite Montaigne: “Hace falta ocultarse”. Pongo aquí unos párrafos que me gustan. «Dice Franz Kafka en una carta: “Un silencio como el que yo necesito no existe en el mundo”. Manuel de Falla se fue a Granada en busca de un silencio imposible en París o en Madrid, y al principio creyó haberlo encontrado en un carmen modesto del barrio de la Antequeruela, a la orilla de la Alhambra. Falla buscaba un silencio que era el del recogimiento religioso y el de la concentración necesaria para la tarea creativa, que para él formaban parte del mismo impulso. Pero descubrió con dolor que al retiro granadino en el que escondía su vida también llegaba la estridencia de los gramófonos y de los aparatos de radio. Para Falla esconderse resultó tan imposible como para Montaigne».

Qué caro es el silencio. 

Buenas noches.

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